Ficha técnica: Título: La revancha del reportero Autor: Plàcid Garcia-Planas Colección: Primera Página Editorial: Diëresis |
La revancha del reportero, tras las huellas de siete grandes corresponsales de guerra, es un regreso a seis campos de batalla narrados por siete reporteros del viejo diario de Barcelona y Europa. El autor recoge sus impresiones personales y profesionales como enviado especial a varias guerras muertas del pasado. La más antigua tiene como protagonista un enfrentamiento entre España y los musulmanes rifeños en Melilla vivido por José Boada y Romeu. En 1915, Gaziel estuvo en las trincheras francesas y en los Balcanes, como Enrique Domínguez Rodiño, que viajó a Polonia cuando las disputas entre Alemania y Rusia eran realmente claras. Francisco Carrasco de la Rubia cubrió el frente de Aragón en 1936, Carlos Sentís se centró en el campo de Dachau el año 1945, Javier María de Padilla fue testigo del horror en Saigón en 1968, y Tomás Alcoverro descubrió Beirut de 1976. El autor ha visitado todos estos lugares para escribir un libro basado en los reportajes de siete enviados especiales a diversos conflictos entre 1893 y 1996.
Un periodista vive muchos momentos pero siempre hay alguno que sin saber por qué restará en su mente por los restos de los días. Un factor fundamental para un reportero de guerra es el estar psicológicamente muy bien preparado porque se enfrentará a situaciones muy difíciles exponiéndose a diversos peligros. Pasaran hambre, sed, miedo y terror, incluso llegaran a perder la vida o a quedarse a las puertas de ello por investigar sobre eso que desean. Vivirán la desesperación y el caos de las consecuencias de un conflicto sin explicación alguna. Un conflicto donde hay dos o más contrincantes, es una condición indispensable. ¿Pero son enemigos? ¿Por qué razón deberían de serlo? ¡Apenas se conocen! En una guerra se mata a gente inofensiva sólo por unos ideales e ideologías
Hay cosas que resultan inexplicables de lo increíbles que parecen: “Niños macedonios que convierten un cementerio de soldados del káiser en campo de fútbol arrastrando sus lápidas para marcar las porterías” – cita del epílogo del libro. Imágenes como esta quedan inéditas en la cabeza de quienes las ven. Son probablemente fotografías que permiten hacer un fotoreportaje interesante de la mano de una exclusiva. Pero a los reporteros les surgen dilemas morales de si es o no digno contemplar y fotografiar con gran tranquilidad una tortura o un bombardeo y después explicarlo al mundo sin poder hacer nada. Se sienten impotentes y cómplices de una acción repugnante. Pero esta profesión pretende, entre otras cosas, dar voz a eso que no la tiene, dar a conocer el mundo y lo que ocurre en él. El periodista tiene intención de explicar lo que pasa porque la memoria de los que vivieron un acontecimiento pasado importante se esfuma. La memoria es traicionera. “Seis décadas después, en el mismo lugar, una mamá asiática fotografía a sus hijos colocándolos junto a una gran imagen de deportados en formación tomada en 1938 en esta misma explanada: deportados con trajes a rayas, muchas rayas”. – cita de la página 153. ¡Qué barbaridad! ¿Cómo es posible que hoy en los campos de concentración la gente pasee? Están pisando el dolor de otros y no les importa. Porque tampoco les importa la historia, esa historia que siempre se olvida o que ni se conoce. Parece que todo el sufrimiento de nuestros antepasados es efímero y se queda en el olvido.
El reportero tiene que observar y analizar cada uno de los movimientos que se llevan a cabo durante su estancia sin perder esa frivolidad que le permitirá plantar cara a todo aquello que le depare.
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