lunes, 20 de diciembre de 2010

Trabajo planea aumentar a 25 años el periodo de cálculo de las pensiones


OPINIÓN

Economía
El ministro de Trabajo e Inmigración, Valeriano Gómez, ha defendido hoy ampliar a 20 años el periodo de cotización para calcular la pensión, frente a los 15 actuales, aunque tampoco ha descartado la posibilidad de situarlo en 25 años.
Gómez ha asegurado que ese alargamiento de la edad de jubilación tendrá excepciones para aquellas personas que tengan un historial suficientemente largo de cotización de 36 ó 37 años, "o las que tengan un oficio penoso, que viven menos y gastan menos en pensión".
El periodo de cálculo de las pensiones debería de contabilizar desde los 16 años, edad mínima permitida para el trabajo laboral. Es injusto que a personas con una gran trayectoria trabajada se les puntúe lo mismo que a otras que hayan trabajado los15 años últimos de su vida laboral.
En mi caso, estudio y trabajo a la vez. No es nada fácil, más que nada por el poco tiempo que me queda para hacer toda la faena de la universidad, entre otras. Llevo dos años “aturdida” con tanto trabajo pero para mí es todo un mérito hacer lo que poca gente de mi edad hace. Quizá esto me hará ser mejor persona y, sobretodo, para tener una capacidad de organización impresionante.
Ahora no me paro a pensar en qué cantidad recibiré cada mes de pensión cuando me jubilo, lo que sí que me paro a pensar es en si se me valorarán todos mis años de esfuerzo y sacrificio, que no deja de ser una ayuda para la economía de nuestro país, actualmente bastante tocada.


INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA:

La revancha del reportero – Plàcid Garcia-Planas


Ficha técnica:
Título: La revancha del reportero
Autor: Plàcid Garcia-Planas
Colección: Primera Página
Editorial: Diëresis
 
 

La revancha del reportero, tras las huellas de siete grandes corresponsales de guerra, es un regreso a seis campos de batalla narrados por siete reporteros del viejo diario de Barcelona y Europa. El autor recoge sus impresiones personales y profesionales como enviado especial a varias guerras muertas del pasado. La más antigua tiene como protagonista un enfrentamiento entre España y los musulmanes rifeños en Melilla vivido por José Boada y Romeu. En 1915, Gaziel estuvo en las trincheras francesas y en los Balcanes, como Enrique Domínguez Rodiño, que viajó a Polonia cuando las disputas entre Alemania y Rusia eran realmente claras. Francisco Carrasco de la Rubia cubrió el frente de Aragón en 1936, Carlos Sentís se centró en el campo de Dachau el año 1945, Javier María de Padilla fue testigo del horror en Saigón en 1968, y Tomás Alcoverro descubrió Beirut de 1976. El autor ha visitado todos estos lugares para escribir un libro basado en los reportajes de siete enviados especiales a diversos conflictos entre 1893 y 1996.
Un periodista vive muchos momentos pero siempre hay alguno que sin saber por qué restará en su mente por los restos de los días. Un factor fundamental para un reportero de guerra es el estar psicológicamente muy bien preparado porque se enfrentará a situaciones muy difíciles exponiéndose a diversos peligros. Pasaran hambre, sed, miedo y terror, incluso llegaran a perder la vida o a quedarse a las puertas de ello por investigar sobre eso que desean. Vivirán la desesperación y el caos de las consecuencias de un conflicto sin explicación alguna. Un conflicto donde hay dos o más contrincantes, es una condición indispensable. ¿Pero son enemigos? ¿Por qué razón deberían de serlo? ¡Apenas se conocen! En una guerra se mata a gente inofensiva sólo por unos ideales e ideologías
Hay cosas que resultan inexplicables de lo increíbles que parecen: “Niños macedonios que convierten un cementerio de soldados del káiser en campo de fútbol arrastrando sus lápidas para marcar las porterías” – cita del epílogo del libro. Imágenes como esta quedan inéditas en la cabeza de quienes las ven. Son probablemente fotografías que permiten hacer un fotoreportaje interesante de la mano de  una exclusiva. Pero a los reporteros les surgen dilemas morales de si es o no digno contemplar y fotografiar con gran tranquilidad una tortura o un bombardeo y después explicarlo al mundo sin poder hacer nada. Se sienten impotentes y cómplices de una acción repugnante. Pero esta profesión pretende, entre otras cosas, dar voz a eso que no la tiene, dar a conocer el mundo y lo que ocurre en él. El periodista tiene intención de explicar lo que pasa porque la memoria de los que vivieron un acontecimiento pasado importante se esfuma. La memoria es traicionera. “Seis décadas después, en el mismo lugar, una mamá asiática fotografía a sus hijos colocándolos junto a una gran imagen de deportados en formación tomada en 1938 en esta misma explanada: deportados con trajes a rayas, muchas rayas”. – cita de la página 153. ¡Qué barbaridad! ¿Cómo es posible que hoy en los campos de concentración la gente pasee? Están pisando el dolor de otros y no les importa. Porque tampoco les importa la historia, esa historia que siempre se olvida o que ni se conoce. Parece que todo el sufrimiento de nuestros antepasados es efímero y se queda en el olvido.
El reportero tiene que observar y analizar cada uno de los movimientos que se llevan a cabo durante su estancia sin perder esa frivolidad que le permitirá plantar cara a todo aquello que le depare.

Los cínicos no sirven para este oficio – Ryszard Kapuściński

“Es erróneo escribir sobre alguien con quien no se ha compartido al menos un poco de su vida”. Tal y como dice Ryszard Kapuściński un periodista tiene que investigar, conocer y vivir las experiencias sobre aquello que va a contar o informar. Un buen periodista o reportero tiene que vivirlo todo de su propia carne y tener un contacto físico y emotivo sobre aquello de lo que se hablará. Propongamos un ejemplo derivado de una cita del libro “estando topográficamente en África, siguen viviendo en Europa”: es imposible saber y explicar cómo se sobrevive en África si nos hospedamos en un hotel de lujo de ese lugar porque no tendremos ni idea de cómo van las cosas. Haciendo periodismo de esta manera la información que se proporciona a los oyentes no es del todo cierta porque nunca se llega a conocer todo tal y como es. Los buenos periodistas, por ejemplo los corresponsales de África que se tiran meses viviendo allí como hizo nuestro autor, son los que trabajan con las personas, los que investigan, los que necesitan vivir  una experiencia personal sobre aquello de lo que van a hablar. Cada minuto en contacto con una persona es clave para el trabajo de un buen periodista. Sólo así se pueden conseguir buenas fuentes para realizar buenos reportajes. Para hablar de algo o de alguien tienes que conocerlo muy bien y saber qué dices en todo momento; de esta manera podremos contar hasta el más mínimo detalle de lo que estamos tratando y hacer la exclusiva.
Kapuściński pasó tiempo en África, él fue corresponsal de una agencia de prensa allí durante bastante tiempo, y eso ha sido lo que le ha llevado a poder hablar y escribir sobre los temas sociopolíticos de ese país sin ningún reparo o miedo a equivocarse. La clave está ahí, todo lo que él ha explicado lo ha vivido en primera persona. Kapuściński es un ejemplo grato de buen periodista.
De todos modos, aunque seamos buenos periodistas que nos dediquemos a informar sobre aquello que sabemos de primera mano tenemos que saber que nuestra memoria puede ser traicionera porque es capaz de mentir sin quererlo por el simple hecho de no recordar algo al 100%. Por esta razón tenemos que ser muy prudentes a la hora de plasmar cada una de las letras que contiene nuestra noticia porque de un solo fallo podría nacer el caos.
La profesión de periodista no es como las demás, es especial. Tiene un gran poderío porque, aunque no lo creamos, somos capaces de influir en la gente de una manera impresionante. También podemos decidir si un acontecimiento ha ocurrido o no ya que si no explicamos algo la gente no tiene por qué enterarse de ello.
Es un lujo ser periodista porque conoces y das a conocer el mundo. Si nosotros hacemos un reportaje es para dar voz a algo que no la tiene. Un claro ejemplo es el tercer mundo: nosotros damos voz a esa gente pobre y explicamos al mundo qué pasa en ese lugar tan cercano pero a la vez tan distante.
Periodismo y realismo tienen que ir de la mano. Pero muchas veces eso no es posible porque nos encontramos presionados por una editorial de una ideología en concreto que te marca unas pautas y, aunque tú no estés del todo de acuerdo con lo que te hacen escribir, tienes que adaptarte en la medida de lo posible porque son ellos los que te dan de comer. La prensa internacional es un buen ejemplo de manipulación por razones ideológicas ya que los medios de comunicación son instrumentos a los que la gente se agarra a la hora de opinar sobre algo, y eso a veces no interesa a según quien.
Las cosas han cambiado, antes los periodistas estaban especializados en un campo en concreto y eso les permitía hablar extensamente y con un 100% de credibilidad sobre algo. Ahora los periodistas sólo se trasladan de un lugar a otro según lo que el mandamás de su cadena televisiva o de su gabinete de prensa le exija según cómo actúe la competencia.  Eso hace que los medios de comunicación decidan centrarse en una noticia y se olvidan de informar de otros acontecimientos que ocurren igual o más importantes de los que están cubriendo. Olvidan el objetivo del periodismo: reflejar y dar a conocer la realidad. Los grandes medios también son capaces de poner al mando de un programa a alguien totalmente desculturizado que ofrece el espectáculo fácil por cuestiones económicas, algo totalmente desvinculado con el concepto de periodismo.
Ahora le toca a nuestra generación. Tenemos en nuestras manos el futuro del periodismo gracias a la tecnología, que va a hacer cambiar este mundillo enormemente. Pero tenemos que saber que la profesión de periodista es muy sacrificante y exigente y que requiere las 24 horas del día y una dedicación importante. Es primordial no abandonar en ningún momento la ilusión de la que disponemos porque muchas veces será lo único que nos hará tirar para adelante. Esta profesión no tiene nada que ver con ser un funcionario o trabajar en una tienda, donde sabes a la hora que vas a entrar y salir. Pero en comparación con estos dos oficios, que siempre permaneces estancado en una misma dinámica de trabajo, un periodista está en constante aprendizaje porque cada día se encuentra y trata cosas nuevas. Cada día vive, investiga, descubre y aprende cosas nuevas de éste mundo tan dinámico. Tal y como dice Kapuściński, es una profesión con una estructura feudal en la que tienes que ganarte día a día, pasito a pasito las cosas. Pero todo trabajo periodístico bien hecho, con esfuerzo y dedicación es recompensado tarde o temprano. Tenemos que trabajar con y para nuestros lectores u oyentes porque son los que tendrán un papel imprescindible en nuestro futuro.
Ahora toca formarme como profesional y como persona a la vez.

http://es.wikipedia.org/wiki/Ryszard_Kapu%C5%9Bci%C5%84ski 

La estación de Renfe de la UAB: la puerta hacia la rutina

La estación de RENFE es la puerta de entrada y salida de centenares de estudiantes de la Universidad Autónoma de Barcelona que utilizan los trenes diariamente como medio de transporte para llegar a la facultad en la que se formarán para ejercer futura profesión. La estación se convierte así de paisaje férreo y ruidoso en panorama conocido a la perfección.
Los primeros en llegar pasean por los andenes, ansiosos por la llegada del tren. Entre ellos, grandes grupos de estudiantes con perfiles diferentes y con expresiones muy variadas. Algunos rebosan de alegría, otros agobiados comparten conversaciones con sus compañeros de estudio y el resto prefiere sumergirse en su propio mundo desconectándose de la rutina con música en sus oídos. A pesar de sus divergencias, todos tienen un objetivo común: llegar a su destino, para algunos más lejano que para otros.
A medida que pasa el tiempo, el aforo de la estación se amplía. Aparecen personas con rostros desconocidos que se desvanecen de la memoria con gran facilidad, jóvenes que deambulan perdidos sin ningún rumbo fijo y optan por preguntar a algún pasajero, veterano en la materia, la manera más fácil de llegar a su destino final o atrevidos que desafían a los chalecos fluorescentes de seguridad, saltándose la norma.
De repente, en la lejanía se observa una luz esperanzadora que provoca la inquietud y el movimiento de la multitud. Segundos más tarde, el viento azota los rostros de los futuros pasajeros; es un tren sin parada. Sin más remedio, se espera la llegada del siguiente tren, que por megafonía se informa que llegará con retraso.
Finalmente el convoy llega a la estación. Con gran rapidez y desenfreno, la avalancha humana entra en su correspondiente vagón. Ahora sí, la felicidad vence al cansancio acumulado durante toda la jornada.El tren tan rápido como ha llegado, ahora se marcha. Se esfuma en un par de segundos, cuando de nuevo un grupo de jóvenes corre ansiosamente intentando alcanzarlo, esta vez sin éxito. Es así como se cierra este ciclo de espera, llegada y huída. Una rutina diaria y continúa, que de nuevo vuelve a empezar.