Desde la entrada al edificio hasta el inicio de la sesión
A diez minutos de empezar la primera clase, un pelotón de gente baja del autobús que se dirige a la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, después de un previo e intenso viaje en tren. Al llegar a la entrada de la facultad el grupo se desvanece y se bifurca hacia distintas direcciones con tal de llegar puntuales a la sesión. Entre los estudiantes destaca una joven con abrigo rojo, desorientada y soñolienta, que busca la mirada cómplice de alguna de sus compañeras para ir juntas al Aula Magna, lugar donde se llevará a cabo la clase del día.
De un vistazo, la joven, sonriente, encuentra a sus amigas sentadas en el banco comentando las noticias matinales y se dirige apresuradamente a saludarlas. Nada más verlas, sus amigas le comentan la cara de sueño y cansancio, a lo que ella contesta que ha pasado una mala noche, mientras toma un sorbo a su cappuccino. Una de las compañeras mira su reloj y advierte que ya es la hora, a pesar de que continúa habiendo un gran tumulto de gente hablando en los bancos de la entrada. De repente, se levantan al unísono y dirigen su camino hacia el aula. Aunque las grandes puertas que dan acceso a la clase están abiertas, la mayoría de estudiantes se aglomeran frente a ellas sin ganas de entrar.
Entre la multitud, el grupo de chicas identifica a otras compañeras que llevan las carpetas verdes, identificativas de la universidad, entre sus brazos. Se saludan efusivamente y una de ellas expresa las pocas ganas que tiene de empezar la clase e inmediatamente bosteza reafirmándose. En cambio, otra de las estudiantes feliz y radiante manifiesta su interés por la materia que se impartirá mientras ojea su agenda. Al cabo de unos segundos, la chica grita al ver escrito en su calendario que ese mismo día hay el examen final de la asignatura. Instantáneamente, la gente de su alrededor se abalanza sobre ella interrogándole sobre ese supuesto control. Afortunadamente, se ha equivocado de semana y todos respiran aliviados.
La chica de rojo observa como el profesor se acerca desde la lejanía y advierte a sus compañeros que se apresuren a entrar, la clase está a punto de empezar. Con un saludo cordial, el docente les da la bienvenida y les invita educadamente a entrar. Tanto los estudiantes más perezosos hasta los más avispados asumen que ha llegado la hora de iniciar su jornada universitaria.
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por Alba Rodríguez Rupérez, Jennifer Rodríguez Ponce, Víctor Romero Pérez, Patricia Rubio Cabeza y Laura Rubio López
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